Certificado del fin de la inocencia

Texto realizado con motivo de la exposición de Martín López Lam Por si alguna vez lo olvido, recuerda no morir nunca. Galería Rosa Santos, Valencia. 9 de enero – 13 de febrero de 2010

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El autorretrato que inicia el recorrido de esta exposición es un texto dibujado sobre papel, el fondo oscurecido con tinta y las letras reservadas en blanco. No hay referencia ni información alguna de la fisonomía del autor, simplemente esta frase: “Nací un 26 de octubre de 1981 a las 6’30, o algo así”. Por lo general, los autorretratos, al igual que ocurre con las autobiografías, tratan de definir, describir, mostrar, incluso sustituir por mimesis o a través de la ficción al personaje de análisis. Mirar y leer este autorretrato implica desconfiar del mensaje; la parte final del mismo (“o algo así”) no asume el yo como un hecho incuestionable que atiende a su nacimiento, el día, la hora y la fe ciega que implica creer en ese puro avatar convertido en fecha señalada de por vida. Asimismo, genera una distancia ante el propio representado que puede verse como un descreimiento, el certificado concluyente del fin de la inocencia, el principio de la duda existencial sostenida en un momento concreto, y corregida y aumentada a lo largo de los años sucesivos.

Martín López Lam (Lima, 1981) trabaja casi exclusivamente con dibujos realizados sobre papel de muy diversos formatos; desde los más pequeños, que bien pueden relacionarse con los tamaños que utiliza para realizar sus propios fanzines autoeditados, hasta los de grandes proporciones, auténticas escenas bastardas del cartelismo de cine fantástico o hermanados con la afición por los pósteres, las portadas y, en general, por la imaginería del cómic. Sin embargo, sus intereses conceptuales son otros, y se exponen claros y precisos, por más que, como en esta muestra, se subdividan en cuatro temas o series independientes. Éstas son, aunque no necesariamente con estos títulos ni por este orden: fiestas/disco, porno, grupos y textos. Al unirse todas en un mismo espacio de representación, en una misma pared (o una misma sala) actuante como un plano vacío que fuera necesario componer, en cierta forma están conformando un retrato. Sin embargo, éste no está marcado por los límites de las líneas, la forma o sus volúmenes, sino que se genera por capas de información y detalles, a veces concluyentes y a veces evasivos, sobre el propio autor a lo largo de su adolescencia y su posterior comienzo de la adultez.

El título de la muestra, Por si alguna vez lo olvido, recuerda no morir nunca, continúa el interés de Martín López por componer frases con una gran carga narrativa. La exposición individual anterior, realizada en 2007, llevaba por título Señoras y Señores, amanece y todo sigue bien y marcaba el principio de un modo de hacer caracterizado por la necesidad de componer universos complejos. Se formaban éstos por la presencia de las piezas de un puzzle siempre inacabable por su capacidad de absorción de información y por la asimilación de nuevas partes. Las piezas, como resulta obvio, son los propios dibujos que componen conjuntos de escenas en las paredes. De manera independiente adquieren un sentido preciso que se multiplica cuando varios de ellos se interrelacionan entre sí. En este sentido, los subtemas compilados aquí completan una visión particular del autor que se relaciona de manera inseparable con su personalidad. No es necesario conocer al autor, ni siquiera intuir que, en efecto, esta avalancha de escenas y mensajes pudieran tener una relación concreta con quien los realiza. Pero sí parece apropiado imaginar estas cuatro patas como la sujeción natural de alguien que se encuentra en un momento de efervescentes cambios, donde importa poco o nada el motivo o la naturaleza de éstos.

En la serie fiestas/disco se mantiene una distancia premeditada, un vouyerismo de quien observa esas escenas o experimenta esos momentos de fascinación como un hecho ya incomprensible. El adverbio “ya” es aquí determinante, pues implica que no siempre se pensó así o se vieron estas escenas desde el punto de vista actual. La serie de dibujos porno integra, dentro de sus escenas mayoritariamente de mujeres teniendo sexo o masturbándose, nombres femeninos y fechas, un séquito de datos que impulsa a pensar en experiencias imaginadas o vividas. Las referencias a personajes de la animación infantil, en especial Mickey Mouse sintetizado en una careta que despersonaliza o infantiliza la acción según en qué casos, convierte estos trabajos en un juego de símbolos antagónicos a propósito del deseo.

Por otro lado, los grupos se caracterizan por una premeditada distorsión de situaciones familiares, amistosas o bizarras, en las que se entremezclan peluches gigantes escoltando a una joven sin rostro (Amigos); pandillas de jóvenes adolescentes contextualizados en fechas precisas (Golden Boys 1979) o atemporales; los asistentes a una celebración familiar en la que el bautizado parece una sombra funesta y donde parte de los asistentes se muestran sin ojos, característica común en gran parte de los personajes de esta muestra. Finalmente, los textos, integrados entre los demás grupos de obras pero con personalidad propia, vienen a atestiguar la relación del trabajo de Martín López Lam con el pop, eso sí bañado con una gruesa capa punk, y las continuas referencias al fracaso, los errores y la imposibilidad de mantener, por mucho tiempo más, la inocencia.