A propósito de los filmes El jurado y La décima carta, de Virginia G. del Pino. Publicado en input magazine #5. Febrero de 2016. Con motivo de Cine por venir 3ª edición, Valencia, 2015.
Desde el principio del filme El jurado (2012) se intuye que la intención de Virginia GarcÃa del Pino (Barcelona, 1966) será mantener la mirada fija, inmutable, hasta que nosotros pestañeemos o desviemos la nuestra hacia otro punto. La pelÃcula muestra primerÃsimos planos en picado de los rostros de varios miembros de un jurado popular mientras escuchan al acusado, a la defensa, al juez. La textura de la cinta está llena de ruido y de hastÃo, y parece confeccionada con los entretiempos que hilvanan la vida común –dentro de la acción nada corriente– de un juicio. No hay concesión alguna al espectador, que deberá entrar dentro de este paisaje desolador y monótono si quiere conocer la historia que le permita encontrar una salida, por más que ésta no será, posiblemente, la esperada. En concreto, nunca habrá un contraplano que devuelva la mirada de los miembros, los más jóvenes, de ese jurado popular.
Por temática o por similitud formal, El jurado se sitúa en un terreno fructÃfero entre el documental y el cine de autorÃa, con vinculaciones conceptuales al videoarte y una sobriedad radical en el uso del lenguaje cinematográfico que le hace ir más allá de una gran mayorÃa de pelÃculas que, pretendiendo ser radicales, no dejan de caer en soluciones formalistas. El retrato es el gran tema del cine; aquello que, al margen de las historias y los estilos, traza una lÃnea subcutánea que enlaza obras tan dispares como La pasión de Juana de Arco de Dreyer, el neo-realismo italiano, los Rostros de Cassavettes, Persona de Bergman, cualquier personaje descubierto por Pasolini o desarrollado por Kiarostami… y que traza conexiones rizomáticas sin final ni destino preciso. Desde un punto de vista temático, El jurado se puede vincular, aunque de manera bastante laxa, con los documentales de Raymond Depardon sobre el estado judicial o el De nens de Joaquim Jordà , donde sin embargo coge impulso para lanzarse a un vacÃo sin red ni esperanza de encontrarla, pues todo lo que tiene que ofrecer parece hacerlo sin pensar en absoluto en el espectador.
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