Fragmento del texto publicado en Revista Concreta nº 12. Otoño de 2018.
Existe una desproporción natural entre la expectación sobre el evento y el evento mismo, salvo en las ocasiones donde aquello que sucede aparece sin previo aviso. Sólo en esos momentos los medios de comunicación parecen perder pie, no controlar la situación. Emergen entonces necesitados de resituarse dentro del tablero de acción que normalmente controlan con precisión y donde cada información es tratada a partes iguales como enunciado de un hecho real y como relato ficticio acomodado a sus intereses mediáticos. En los últimos tiempos, las redes sociales han ocupado el lugar de la inmediatez absoluta, desestabilizando con claridad la posición de privilegio del cuarto poder, pero sin debilitar su primacÃa, al menos de momento, en el tablero económico de la comunicación.
La sociedad del espectáculoque definió Guy Debord hacÃa referencia a un momento donde se estaban triturando los contenidos de un mundo sólido para ofrecerlos como pÃldoras masticables. Los grandes relatos se derrumbaron tras la imposibilidad de mantener su argumentario en tanto en cuanto definidores de un mundo por venir. PodÃan mirar a través del retrovisor de la historia y discernir y explicar lo ocurrido hasta entonces, pero se demostraban inefectivos cuando se les exigÃa avanzar hacia adelante incluso aunque fuera para prever su repetición cÃclica. Esta apreciación quedó todavÃa más patente en sus Comentarios sobre la sociedad del espectáculocasi treinta años después, donde la economÃa ya habÃa engullido o transformado cualquier otro ámbito de la sociedad o la cultura con una mÃnima posibilidad de ser mercantilizado. Un nuevo escenario que fundió los dos anteriores y que Debord definió como lo “espectacular integradoâ€. Fue una fase previa a la licuación posterior de la sociedad, acuñada por Zygmunt Bauman como lÃquida, que ha desembocado en la virtualidad total de las pantallas táctiles, donde cualquier fallo de sus sistemas internos deja sin sentido el archivo almacenado en su interior y, por derivación, también nuestras propias vidas y trabajos, dos conceptos cada vez más inseparables. Asimismo, estos tiempos se definen por las impecables texturas de “lo pulidoâ€, según la denominación de Byung-Chul Han, que “no ofrece resistencia algunaâ€. Y, en efecto, la sociedad actual se cuantifica por lo que fluye, no por aquello que plantea una tensión o una resistencia; por los likesque alcanza en lugar de por la dialéctica que genera.