Texto realizado con motivo de la publicación del proyecto Otras narrativas domésticas, dentro del Programa Visiona, Diputación Provincial de Huesca. Del 29 de noviembre de 2013 al 23 de febrero de 2014.
organización
2 Manera de estar organizado algo.[1]
En todo álbum familiar fotográfico predomina un orden que relata los hechos que muestra. El orden está creado, generalmente, por la cronologÃa de los acontecimientos. El movimiento de ese paso de tiempo, que es el visionado de las escenas que se ofrecen, marca un ritmo, algo parecido a lo que ocurre en el cine. En sus orÃgenes, la velocidad de la proyección quedaba determinaba por el proyeccionista, que aceleraba o ralentizaba la sucesión de imágenes por segundo para alargar una escena romántica o imprimirle a la acción un ritmo desenfrenado. En el álbum de familia, quien lo mira es proyeccionista y espectador a un tiempo. Y, en muchos casos, también protagonista. Un compendio de cualidades ampliado, asimismo, por su vinculación al libro como elemento fÃsico, a la portabilidad y al fetichismo objetual en el caso del álbum tradicional.
El orden en el relato está Ãntimamente ligado a la interpretación de las imágenes. La vinculación que se consigue con una mayor o menor proximidad de las imágenes entre sà y su relación con otro tipo de datos, como el lenguaje o los signos, genera un discurso, estratifica la información, construye un recorrido que la hace circular con un ritmo concreto. Al mismo tiempo, también el libro, el álbum, la exposición o un espacio de almacenaje y distribución de la información, sea un archivo o una biblioteca, generan un decurso interrelacionado con el espacio correspondiente en cada caso. Desde la portabilidad manual de un objeto como el libro a la convivencia espacial dentro de un espacio construido ex profeso, el recorrido lo genera el espectador, el usuario, erigiéndose en protagonista. La arquitectura se entrelaza con la memoria, el conocimiento registrado en un dispositivo de almacenaje o divulgación concreto, con la acción presente de entenderlo. Es desde el presente desde donde se lee lo ocurrido en el pasado; un presente sujeto a la volatilidad de su discurrir, en contraste con la fijación de su historia ya escrita y, se dirÃa, perfectamente susceptible de ser cuestionada, o reescrita.
En la biblioteca que construyó Aby Warburg, la disposición de los libros respondÃa a una ley propia basada en su capacidad de relacionar materias, áreas de conocimiento en principio no vinculables o, al menos, no dispuestas asà hasta ese momento por cualquier relación sistemática previa. A esta disposición conceptual, pero también espacial, el propio Warburg la definió como «la ley de la buena vecindad», por la que «el libro del que uno habÃa oÃdo hablar no era, en la mayorÃa de los casos, el libro que uno necesitaba. El desconocido vecino de la estanterÃa contenÃa una información vital, aunque solo por su tÃtulo no se hubiera sospechado».[2] De este modo, la información se vincula entre sà también por la diferencia, que esconde cierta relación de cercanÃa analizada desde la máxima subjetividad, pero que plantea asimismo un sinfÃn de relaciones tangenciales y lÃneas de fuga aptas para las interpretaciones más amplias. La interpretación es una necesidad propia de quien mira crÃticamente, un modo de avance basado en el cuestionamiento de lo existente que aspira a una transformación cualquiera, desde el detalle pequeño que supone un apunte apreciativo a la vindicación de un hecho tratado injustamente u olvidado. Por lo general, los custodios de la información no la aceptan, pues ven amenazados sus espacios de poder e influencia. A la interpretación que aspira a conseguir logros comunitarios responden con un revisionismo retardatario cuyo eslogan es «Cambiar todo para que nada cambie». En su lugar, habrÃa que proponer «Cambiar lo justo para que todo cambie», e insistir con bases materialistas e históricas.
Como un Atlas obcecado, Warburg se cargó a la espalda la Kulturwissenschaftliche Bibliothek Warburg (KBW), su particular bóveda celeste, el archivo sobre el conocimiento de la humanidad que tenÃa, según su asistente Fritz Saxl, una problemática bifurcada: por un lado, «la problemática que plantea la Biblioteca Warburg es la pregunta sobre el alcance y la esencia de la influencia de la Antigüedad en las culturas posteriores»;[3] por otro lado, «la problemática es la pervivencia de la Antigüedad».[4] Esta doble problemática en realidad se explica porque era «tanto una biblioteca como un instituto de investigación»,[5] una dicotomÃa que potencia la imagen de Aby Warburg también como SÃsifo, además de como Atlas: «Igualmente sorprendente resultaba la disposición de los libros, y resultaba particularmente extraño que Warburg nunca se cansara de cambiarlos de sitio una y otra vez. Cualquier progreso realizado en su sistema de pensamiento o cualquier idea nueva sobre la interrelación de los hechos le obligaba a reagrupar los libros correspondientes. La biblioteca cambiaba con cada cambio producido en su método de investigación y con cada variación de sus intereses. Aunque se tratase de una colección pequeña, poseÃa una vida muy intensa, y Warburg no cesaba de remodelarla para que, de este modo, pudiera expresar mejor sus ideas sobre la historia de la humanidad».[6] Es fácil imaginar que este continuo trajÃn de libros dentro de la biblioteca, al tiempo que representaba una búsqueda constante de un ideal, caracterizado por la fantasÃa de totalidad al que todo archivo aspira, supusiese un tormento titánico: «Con frecuencia se podÃa ver a Warburg, casi agotado, inclinado sobre sus ficheros con un paquete de fichas intentando encontrar para cada una el lugar más adecuado dentro del sistema; daba la impresión de un derroche de energÃas que movÃa compasión a cuantos lo rodeaban».[7]
cronologÃa
3 Serie de acontecimientos históricos, obras, etc., ordenados cronológicamente.
cronológicamente
adv. Por orden de fechas.[8]
El orden del tiempo creado y pese a ello entendido como objetivo, cronos, contrasta con el orden del tiempo de la propia subjetividad, kairós, en el sentido de cómo construye el relato de los acontecimientos que suceden y cómo es contado. La cronologÃa se perfila como una lÃnea de tiempo que, en la tradición occidental, discurre de izquierda a derecha, a semejanza de una institucionalización de la medida temporal que es capaz de acotarse, partirse infinitesimalmente y compartimentarse. Esta disposición cambia por completo al tratar los acontecimientos subjetivos, el modo como nos referimos a ellos y la influencia de materias de conocimiento como la antropologÃa, la sociologÃa, el psicoanálisis o la astrologÃa. Del mismo modo, resultarÃa cuando menos problemático, hoy por hoy, plantear la historia en términos únicamente lineales, por más que la lÃnea de tiempo quizá sea la más clara constatación gráfica de un suceder, y no en términos multirrelacionados, es decir, surgiendo en todas las direcciones y provocando diferentes distancias de objetividad crÃtica o implicación subjetiva entre ellos.
Con la aparición de las ciencias sociales centradas en el hombre y la sociedad, y al tiempo que se desarrollaban las teorÃas de la fÃsica cuántica, también aparecen las primeras pelÃculas documentales. Pero no ya las vistas realizadas por Louis Lumière, ni las pelÃculas de los pioneros del cine de ficción, que estipularon un orden narrativo derivado de la novela del siglo xix y lo sistematizaron, sino el filme que inicia una nueva categorÃa de mirar la realidad, Nanook of the North (1922), de Robert Flaherty.[9] La importancia de este ejemplo, al margen de mostrar las actividades diarias que realiza una familia inuit, a la que se le ve comer, cazar, dormir, divertirse o relacionarse con los exploradores, radica en el trabajo de campo. Sin saberlo, Flaherty habÃa empleado un método de trabajo básico y ya inseparable de cualquier preproducción o investigación que surgió a principios de la primera década del siglo xx en el ámbito de la antropologÃa con los trabajos eruditos de Franz Boas (1858-1942), quien no exponÃa ninguna teorÃa sin previamente haber comprobado las conclusiones durante un amplio espacio de tiempo. Esto representa la base fundacional del método de trabajo de la antropologÃa.[10] Aunque el filme de Flaherty se estrenó en 1922, desde 1910 el cartógrafo escocés estuvo trabajando en la bahÃa del rÃo Hudson, hábitat de los inuit y de Nanook, en busca de mineral de hierro. Las primeras grabaciones (1913) desaparecieron casi por completo tras un incendio durante el proceso de montaje. El material que compone la pelÃcula que conocemos corresponde a los viajes realizados entre 1920 y 1922, este último esponsorizado por una compañÃa de compra y venta de pieles.
El cine posee una vinculación innata con el movimiento y con la noción de intervalo. También el Atlas Mnemosyne, la inacabada serie de «pantallas de exposición preparadas para ilustrar las dos principales ramas del interés erudito de Warburg: las vicisitudes de los dioses olÃmpicos en la tradición astrológica y el papel de las antiguas fórmulas pathos en el arte y la civilización post-medievales».[11] Philippe-Alain Michaud ha vinculado el Atlas Mnemosyne al concepto freudiano de intervalo (Zwischenreich) y ha reflexionado sobre la importancia de la distribución de las imágenes fotográficas de cada panel sobre el fondo negro. La importancia de estas obras radicarÃa tanto en las relaciones entre imágenes, lo que las une, como en aquello que, siendo intervalo, las separa, todo ello orientado a descifrar «la enigmática frase [de Warburg] “iconologÃa del intervaloâ€Â».[12] El sÃmil de un archipiélago, unido por sus islas y separado —aunque a la vez relacionado— por el mar circundante, lo amplÃa Michaud con el que propone Werner Hofmann de una constelación, donde el espacio entre imágenes podrÃa entenderse como un vacÃo compuesto de materia. En el cine, los grupos de imágenes que componen las escenas y, dentro de estas, los planos, quedan suturadas por el raccord, generando un efecto de continuidad que construye una realidad paralela a través del tiempo que produce el propio movimiento.
El mismo año en que Aby Warbug fallecÃa, 1929, el cineasta soviético Dziga Vértov habÃa estrenado el filme El hombre de la cámara (Chelovek s kinoapparátom). Esta pelÃcula representa la quintaesencia de un modo de entender el cine basado en la edición y el montaje de imágenes sin guion previo, sin actores, intertÃtulos o decorados, que recoge de manera práctica y netamente visual la serie de textos que el propio Vértov y Yelizaveta Svilova habÃan estado escribiendo y publicando entre 1922 y 1923 bajo el nombre genérico de Cine-ojo (Kino-glaz). La edición de las imágenes es el tema de este filme; existen muchos otros dentro de él, pues se intenta mostrar la totalidad de la actividad de una sociedad febril por los cambios y las transformaciones técnicas, sociales y polÃticas. Pero el gran motivo de esta pelÃcula es la posibilidad de poner en práctica y ofrecer de manera didáctica en qué consiste hacer cine, es decir, en qué consiste construir realidades. Asimismo, se muestra la interioridad del propio oficio de cineasta, convertido aquà en un trabajador entre trabajadores, dentro de una sociedad (la soviética) que parece funcionar como una máquina perfectamente engrasada y que ha tenido en cuenta, de manera precisa, la liberación de la mujer.
La idea de los paneles que conforman el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg buscaba también la posibilidad de editar las imágenes dentro de cada panel temático conforme las investigaciones iban avanzando: «Warburg habÃa anunciado en diciembre de 1927 que se proponÃa componer una obra […] en forma de “atlas ilustradoâ€, cuyo tÃtulo serÃa Mnemosyne. Todas las conferencias e investigaciones en las que se ocupó en lo sucesivo serÃan incorporadas a esta extensa obra de sÃntesis. Lo cual significó en la práctica prender las fotografÃas pertinentes en las pantallas y cambiar con frecuencia su composición, según predominase en su pensamiento uno u otro tema».[13] En menos de dos años, desde diciembre de 1927 hasta octubre de 1929, que es cuando fallece, Warburg construye una constelación de imágenes fotográficas acompañadas de textos escuetos y en ocasiones crÃpticos que ha tenido una influencia extraordinaria en el arte contemporáneo, como se ha encargado de demostrar Georges Didi-Huberman, sin duda alguna uno de los principales investigadores y divulgadores de la obra warburgiana y pieza clave de las teorÃas contemporáneas sobre el uso, la función y la interpretación de las imágenes. En Atlas: ¿cómo llevar el mundo a cuestas?,[14] el proyecto ilustrado de Warburg se pone en relación con prácticas artÃsticas que han tenido en la acumulación de imágenes y en su sistematización, en la capacidad archivÃstica de la fotografÃa o el cine o en los márgenes de las prácticas dibujÃsticas o cartográficas los pilares de su cualidad artÃstica y su valor como herramientas de transformación. Como pocas veces ha ocurrido, los artistas de esta exposición son presentados como artistas, pero también como archiveros, compiladores, organizadores del mundo visible, como filósofos, como buscadores de derivas y, al tiempo, como una compacta sÃntesis de todo ello.
sistematización f. Acción de sistematizar.
sistematizar tr. Organizar una cosa con sistema.
sistema
1 m. Conjunto ordenado de normas y procedimientos con que funciona o se hace funcionar una cosa.
2 («Emplear, Implantar, Tener») Manera empleada para hacer cualquier cosa.
7 (u. como partitivo) *Procedimiento ordenado o sistematizado de hacer las cosas.[15]
Volver al álbum, pero a un álbum concreto tomado como estudio de caso, donde el ritmo ya está creado por el montaje. La pieza audiovisual Ãlbum (2012) de Diego López Bueno (Alicante, 1989) pertenece a una serie de obras con duración aproximada de un minuto que combinan imágenes y audio y que reflexionan sobre la vinculación entre teorÃa y práctica, entre imágenes y texto, entre ensayo visual y ensayo literario. Se podrÃan ver como ejercicios formales que mantienen el ritmo y la tensión del montaje, pero al mismo tiempo se expanden como cápsulas destinadas para la interpretación. La estructura de Ãlbum es muy sencilla: se compone de quince planos de unos cuatro segundos de duración cada uno, como una suerte de sistematización que no jerarquiza entre ellos ni repara en el tiempo de visionado que necesitarÃa el espectador para completar el sentido de aquello que se conforma en la pantalla. El último incluye la referencia al audio que acompaña las imágenes. Cada uno de los planos muestra el fragmento de una página de un álbum de familia, en ocasiones se centra en la intersección de cuatro fotografÃas, dejando en el centro de la pantalla los huecos que forman entre sÃ, los intervalos que genera su disposición.
La fragmentación de las escenas es total, ofreciéndose como piezas visuales que actuaran como recuerdos nÃtidos extraÃdos de un todo general que ya se cuenta como relato. El audio es un silencio sordo difÃcil de concretar y definir hasta que en el último plano aparece el texto en blanco sobre fondo negro: «4’ 33â€Â», «John Cage», «1952», cada dato (tÃtulo, autor, fecha) colocado en una lÃnea independiente. A la fragmentación de las imágenes sobre las páginas caracterÃsticas del álbum Hofmann (fondo con rayas grises en diagonal y plástico superior para mantener las fotografÃas al tiempo protegidas y adheridas) se le añade la fragmentación de la composición de John Cage. Los más de cuatro minutos y medio han devenido apenas un minuto, y por momentos es complejo discernir qué se escucha repartido o distribuido a lo largo de ese silencio, o, mejor, qué es lo que lo constituye. La obra de Cage[16] representa un hito en el mundo de la música contemporánea similar a grandes obras de la historia del arte, como las más caracterÃsticas de Marcel Duchamp, Yves Klein o Joseph Beuys, capaces con su aparente no-acción, no-representación o no-obra de reivindicar un espacio propio para el arte y poner en tela de juicio sus propios fundamentos estéticos.
El silencio que desborda las imágenes de esta concisa pieza de Diego López Bueno sobre la familia es el silencio de la ausencia por los que ya no están; el silencio de la emoción contenida al ver unas imágenes de un tiempo pretérito que evocan la evolución propia de un joven mirando hacia atrás, y de muchas vidas sedimentadas unas encima de otras; el silencio del texto que calla ante la evidencia del poder de unas imágenes vueltas a contextualizar en un tiempo diferente al de las fotografÃas, pero que tampoco es el mismo de nuestro visionado, el cual siempre será el presente perpetuo del cine; y es el silencio de la obra de John Cage, que reedifica la música desde la espera y la contención, desde el estudio detenido del entorno. No hay más que ver cualquier representación de esta pieza mágica. El público aguanta la respiración, el director sigue el tiempo en un reloj para ajustar al segundo la composición, los músicos petrificados, a medio camino entre la paralización intensa y el respecto profundo al Wittgenstein de la música. Una banda sonora de lo no decible, de lo no expresable, de los lÃmites entre las esquinas de las imágenes: la constelación formada por un fondo de cartón de rayas diagonales grises y plástico transparente.
El álbum es un atlas de imágenes, y «cabrÃa decir que el atlas de imágenes es una máquina de lectura, en el muy amplio sentido que Benjamin atribuye al concepto de Lesbarkeit [legibilidad]. Forma parte de toda una constelación de aparatos que van desde la “caja de lectura†(Lesekasten) hasta la cámara multibanda y la cámara fotográfica, pasando por los gabinetes de curiosidades o, algo más trivial, las cajas de zapatos repletas de tarjetas postales que encontramos —todavÃa hoy— en los puestos de nuestros antiguos pasajes parisienses. El atlas serÃa un aparato de la lectura antes de nada, quiero decir antes de cualquier lectura “seria†o “en sentido estrictoâ€: un objeto de saber y contemplación para los niños, a la vez infancia de la ciencia e infancia del arte».[17]
[1] MarÃa Moliner, Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos.
[2] Fritz Saxl, «La historia de la Biblioteca de Warburg (1886-1944)», en Ernst H. Gombrich, Aby Warburg: una biografÃa intelectual, Madrid, Alianza (col. «Forma»), 1992, p. 301.
[3] Fritz Saxl, «La Biblioteca Warburg y su propósito», en Salvatore Settis, Warburg continuatus: descripción de una biblioteca, introd. de Fernando Checa, Barcelona, Ediciones de La Central / Museo Nacional Centro de Arte Reina SofÃa (col. «Coup de dés»), 2010, p. 91.
[4] Fritz Saxl, «La Kulturwissenschaftliche Bibliothek Warburg en Hamburgo», en Salvatore Settis, op. cit., p. 107.
[5] IbÃdem.
[6] Cf. Fritz Saxl, art. cit. en n. 2, pp. 300-301.
[7] IbÃdem, p. 302.
[8] MarÃa Moliner, op. cit.
[9] Jack C. Ellis y Betsy A. McLane, A New History of Documentary Film, Nueva York / Londres, The Continuum International Publishing Group, 2005.
[10] IbÃdem.
[11] Ernst H. Gombrich, op. cit., p. 263.
[12] Philippe-Alain Michaud, Aby Warburg et l’image en mouvement, ParÃs, Macula, 1998. La versión consultada aquà es la inglesa: Aby Warburg and the Image in Motion, Nueva York, Urzone, 2004, pp. 251-276.
[13] Cf. Ernst H. Gombrich, op. cit., p. 263.
[14] Georges Didi-Huberman, Atlas: ¿cómo llevar el mundo a cuestas?, Museo Nacional Centro de Arte Reina SofÃa, Madrid / ZKM, Karlsruhe / Sammlung Falckenberg, Hamburgo. Exposición con itinerancia por las tres instituciones artÃsticas entre noviembre de 2010 y noviembre de 2011.
[15] MarÃa Moliner, op. cit.
[16] Se ha creÃdo oportuno transcribir la descripción de esta obra realizada por Francisco Ramos, incluida en el catálogo de la exposición John Cage: paisajes imaginarios, conciertos & musicircus, Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC), Castelló, 2009: «4’ 33’’ (1952) La estructura temporal que Cage viniera practicando desde los años treinta y que permitÃa total libertad a los sonidos, para crear nuevas relaciones entre ellos, es llevada al extremo en esta 4’ 33’’, donde la música se convierte en tiempo y duración. Desaparece todo referente musical convencional a favor del silencio y la percepción del paso del tiempo. Pensada para piano (silente), la pieza puede ser ejecutada por cualquier fuente sonora, que devendrá, asÃ, objeto» (p. 34).
[17] Cf. Georges Didi-Huberman, op. cit., p. 17.