Crítica: Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?

Publicado como monográfico en arte10, con motivo de la exposición Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, en MNCARS, Madrid. Hasta el 28 de marzo de 2011. Comisario: Georges Didi-Huberman.

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La imagen mitológica de Atlas, cargando sobre sí todo el peso y la trascendencia de la bóveda celeste, tiene similitud con la responsabilidad de la creación -en sentido divino, pero también en el sentido humano del arte- y con la importancia de su misión reveladora y comunicativa. Acarrear ese peso desproporcionado no apto para cuerpos humanos, sólo podría ser aguantado o sostenido de manera simbólica y, por lo tanto, a través de la representación. El atlas entendido como libro que aglutina los accidentes geográficos y los estados políticos, que contiene la totalidad de lo conocido con la imprescindible ayuda de las imágenes, es un modelo archivístico devenido prueba tangible de la existencia física de lo otro, aquello que traduce, sintetiza y representa, pero al mismo tiempo es un testigo del paso del tiempo, de los cambios físicos y políticos, de la creación de nuevos escenarios sociales.

La exposición Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, comisariada por el teórico francés Georges Didi-Huberman, toma como referencia el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg para, a partir de éste, reflexionar sobre los modos diversos como los artistas han configurado sus cosmologías creativas, pero también sus responsabilidades públicas cuando hablan y opinan sobre cómo organizar lo externo, sintiéndose al mismo tiempo completamente inmersos, como creadores, en dicha operación. La organización de esta exterioridad en muchos casos se relaciona con lo archivístico -ese concepto que parece haber tomado lo artístico, o una parte importante de éste, como si se tratara del último bote salvavidas que le quedase al medio estético- presentándose desde posturas y con ejemplos tan dispares y alejados como coherentes en su analogía expositiva.

Aby Warburg ha sido -para el bien de todos nosotros- objeto de varias resurrecciones, al menos desde que Ernst Gombrich lo ofreciera al mundo en su biografía intelectual. Más recientemente, autores como el propio Didi-Huberman, Giorgio Agamben, Philippe-alain Michaud y, en España, Fernando Checa o José Francisco Yvars, a través de editoriales como Akal, Elba o Ediciones de La Central, han recuperado textos, escrito análisis y maquinado interpretaciones cada vez más libres sobre su complejo legado y, más concretamente, sobre su inacabado Atlas Mnemosyne. El autor alemán consiguió compilar en vida una extensa y selecta biblioteca que instaló en Hamburgo, su ciudad natal, que sobrevivió a su muerte, acaecida en 1929, pero que fue trasladada a Londres en 1933 tras la ascensión de Hitler al poder y la instauración del Tercer Reich. El Instituto Warburg sigue aportando en la capital inglesa un lugar de estudio y consulta privilegiado donde seguir indagando en la obra del historiador alemán, así como en la investigación de los grandes temas que le acompañaron durante toda su vida, en especial su pasión por el arte renacentista y la ciudad de Florencia.

El hecho de que Didi-Huberman ubique a Aby Warburg en el centro de una muestra que presenta un buen número de artistas que han trabajado sobre la idea de compilación, catalogación tipológica, archivo escrito y visual y, en general, que han sentido la necesidad o la ilusión de aspirar a la fantasía de totalidad que cualquier archivo persigue, hace pensar en la aportación artística desde la práctica de un historiador del arte que revolucionó esta materia en el primer tercio del siglo XX. Su legado, por lo tanto, no ha quedado únicamente registrado en sus libros escritos, en sus conferencias transcritas o en su Atlas inacabado, sino que aparece por entre las rendijas de su método de estudio y, particularmente, en el modo como relacionó materias y empleó las imágenes. Por emplear las imágenes, desde luego, debemos entender no un uso formal de ellas, sino también, y sobre todo, su relación con los conceptos que les otorgaba, donde más parecen éstos acompañar su lectura visual que no al contrario.

La exposición se conforma en cuatro grandes apartados, a su vez subdivididos cada uno de ellos en otros cuatro. Los principales llevan por título cuestiones generales: «Conocer por imágenes», «Recomponer el orden de las cosas», Recomponer el orden de los lugares» y «Recomponer el orden de los tiempos». Los dieciséis apartados menores intentan trazar una cosmología de las diferentes inquietudes de los artistas (o de teóricos vistos desde una perspectiva artística) y de sus modos de enfrentarse a su voluntad catalogadora. Algunos significativos, son: «Dispar[at]es + desastres = atlas», «Porque la historia del arte siempre está por recomponer», «El paseante de las ciudades, su cámara, sus mil y un puntos de vista», «Imágenes para escribir y buscar el tiempo perdido» o «Del desastre al deseo, por el gesto». Cada uno de éstos, coincidentes con salas individuales, acogen obra de los numerosos autores, una lista vasta y variada, que incluye desde algunos de los paneles del Atlas Mnemosyne de Warburg, obras anónimas mostrando la figura de Atlas, parte de los Desastres de Goya o una selección de autores de arte moderno y contemporáneo de la disparidad e interés de Nauman, Sander, Burgin, Alighiero e Boetti, El Lissitzky, Gerard Richter, Rosemarie Trockel, Baldessari, los Becher, Klee, Polke, Man Ray, Benjamin, Brecht, Walker Evans, Robert Filliou, On Kawara, y un extenso etcétera completado aún más en la excelente publicación realizada para documentar y registrar la muestra.

Una de las particularidades de Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? es descubrir el método de archivación-comisariado-edición del propio Didi-Huberman y comprobar que aplica sus teorías de la «recomposición» de la historia de las imágenes en el ámbito de una exposición artística «de tesis». Es decir, incorpora a su modo de hacer conceptos claves analizados en su extensa y profunda trayectoria ensayística e intelectual, en especial la reformulación del pasado desde el presente, así como su interpretación del anacronismo, en especial en su obra Ante el tiempo. Cabría añadir que la muestra no se entiende con la misma intensidad y profundidad sin el apoyo de la magna publicación (otro libro importante del autor) editada con motivo de la exposición. El interés que levanta Aby Warburg, el propio comisario y los artistas aquí reunidos y contextualizados, queda patente con el hecho de que el libro se agotó cuando aún quedaban más de dos meses de exposición, habiéndose vuelto a imprimir una segunda edición. La necesidad del libro para un entendimiento más profundo del «relato» expuesto indica que Didi-Huberman es un excelente teórico, más que un comisario al uso y, en efecto, los pequeños textos que prologan cada una de las salas-apartados de la muestra ofrecen un información más propia del resaltado de un texto que de una información precisa. Con todo, este estudio sobre el atlas visual a través del intercambio de resultados estéticos entre artistas, escritores, dramaturgos, arquitectos… es sin duda una muestra referencial sobre el tema y un punto y aparte en el modo de analizar la importancia contemporánea de las imágenes.