Oswaldo Maciá. Geopolíticas de la Naturaleza

Texto realizado con motivo de la exposición Geopolíticas de la Naturaleza, de Oswaldo Maciá, en espaivisor. Hasta el 24 de mayo de 2019

El arte visual contemporáneo cuestiona hasta tal punto sus capacidades lingüísticas, que incluso puede existir como tal sin que las imágenes sean convocadas. Tal es el grado de evolución y sofisticación de la representación relacional. Aquello que en su esencia reflexiona sobre la visión —en cuanto percepción, generación y recepción final de las imágenes— también abre sus límites hacia otros sentidos, que emplea como cualidades sinestésicas. El olfato recurre al archivo personal de nuestros recuerdos, los más profundos, transportándonos hasta un origen primigenio; el sonido y la escucha fabrican a nuestro alrededor una realidad paralela que reflexiona sobre la duración y el tiempo. Estos son los medios; pero los mensajes, en la obra artística de Oswaldo Maciá (Cartagena de Indias, Colombia, 1960), transitan a través de materias de investigación diversas que abarcan desde la mirada microscópica existente en la migración o la polinización de los insectos, hasta las decisiones macro-políticas que afectan nuestras vidas y los hábitats donde estas se desarrollan.

Todo lo que nos rodea es, para el artista, material registrable y reproducible: tomar una muestra de la realidad para generar su doble, clonándola, a través de grabaciones de audio; o bien producir un sucedáneo olfativo de cualquier elemento existente que nos haga sentir algo distinto de lo que vemos, revelando la incertidumbre como una de las bellas artes. Las experiencias sobre lo real abren un campo de significantes que se quedan a las afueras de sus significados, satisfechos de habitar en los límites. Más allá de un mero juego de conceptos, el lenguaje deviene elemento principal en esta serie de trabajos y la etimología de algunas palabras clave genera un vínculo innegociable entre el resultado final y su intención primigenia. Ecuación, fábula, migración, escenario… son algunas de ellas. En esa investigación acerca del origen existe una búsqueda y una extrañeza: la búsqueda de una suerte de esencia de los conceptos como fase previa a la utilización masiva y a su contaminación lingüística enriquecedora posterior; la extrañeza al comprobar ese descasamiento y pretender retomar, por otros medios, aquello que se proponía inicialmente. Este viaje de vuelta se realiza alambicando los conceptos y destilándolos, de los que se obtiene de nuevo una esencia. Las obras e instalaciones resultantes son el acervo sintético y selecto de un tema amplio, como la muestra mínima de una edición máxima: una relación invisible pero evidente con operaciones matemáticas de base sincrética. En cierto sentido, así opera la naturaleza según sus reglas sobre la supervivencia de la especie.

Under the Horizon [Bajo el horizonte], 2011-2019, es la primera instalación de las tres que conforman esta exposición y la primera vez, también, que se muestra en una galería. En la sala de acceso a espaivisor, nos topamos con una bañera colocada sobre un pedestal alto y de mayor anchura y longitud que esta. El agua se desborda de la tina y cae en la parte interior del pedestal, lo que genera un circuito cerrado de agua. El agua está tintada de negro, pero el aroma que emana recuerda otra cosa, en un primer momento indisociable al aspecto físico. La potencia sensorial de estas obras radica en un cambio perceptivo: imaginar una «situación» (etimología de la palabra de origen griego «escenario») que no concuerda con lo que se siente de manera presencial. Ese desajuste entre lo que pensamos que debemos sentir al mirar un objeto, un color, un movimiento… y lo que de verdad percibimos, está en la esencia del trabajo de Oswaldo Maciá. Bajo el horizonte es, además, una instalación sonora. El audio de un movimiento maquinal, industrial, percute en el interior del pedestal, sordamente, junto con música interpretada con instrumentos de viento. La grabación de las máquinas se realizó en una fábrica de Bulgaria durante las pruebas de resistencia de unos tejidos destinados a componer uniformes militares de gran sofisticación, basados en las cualidades de determinadas plumas de aves. La instalación simboliza la dificultad que supone conocer este mundo complejo, henchido de paradojas éticas, que queda por debajo de la mirada —y del conocimiento— del público, como el borde de esa bañera anegada.

En la sala central, el espacio queda ocupado por la obra Escenario en construcción (2016) que se compone de una serie de dibujos y un audio reproducido a través de tres megáfonos. Los dibujos muestran aves nativas del territorio colombiano y los gráficos de las ondas sonoras de sus llamados. Asimismo, también se entremezclan bocetos del monumento realizado para la rotonda existente entre la Calle 19 y la Carrera 3 de Bogotá. Esta pieza es una escultura pública que reflexiona sobre la importancia de la biodiversidad de la fauna colombiana y es una alerta sobre su desatención y cuidado. La obra incluye una composición sonora de 60 minutos de duración, de los cuales 59 min. son silencio; el último minuto de cada hora, en la franja existente entre las 7h. y las 19h., reproduce una composición realizada a partir de una «paleta sonora» de 1900 especies que transitan el territorio colombiano, que es el país con mayor variedad de aves del mundo. El hecho de que solo suene el último minuto de cada hora hace referencia a la urgencia de la situación, a la posibilidad cada vez más certera de que llegamos tarde. Este audio se reproduce ahora y aquí, en esta sala, componiendo un todo con los dibujos y los bocetos. La instalación supone un engranaje de capas entre lo simbólico de los dibujos y la constatación sonora de una serie dellamados (para la procreación, la emigración, la alerta…) que adquieren la determinación de ser un lenguaje funcional.

En la sala tercera, al fondo, el artista colombiano ha ubicado la más reciente de sus instalaciones, A Gift to Svalbard. De nuevo, esta se compone de una combinación de dibujos de diferentes formatos realizados sobre diversos soportes de papel, junto con una sinfonía de sonidos naturales y la ambientación creada con tubos de luz amarilla. Svalbard es una población noruega situada en el Ártico que da nombre al Tratado de Svalbard (1920), por el que, tras la primera guerra mundial, se reconoció multilateralmente (en la actualidad hay 39 países incluidos en él) la soberanía de Noruega en el archipiélago y sus aguas territoriales. Al mismo tiempo, garantiza que empresas del resto de países firmantes posean igualdad de derechos en el acceso de los recursos naturales de la región. El próximo año vencen estos acuerdos y tal vez la suerte de este recóndito lugar del planeta sufra cambios importantes.

Esta instalación toma su título del libro del sociólogo francés Marcel Mauss Essai sur le don (1925) traducido al inglés como The Gift, que analiza la importancia del don entre las culturas arcaicas como símbolo de respeto y agradecimiento. Una muestra de empatía que parece haberse perdido en las sociedades actuales, rendidas de bruces ante el capitalismo, mejor cuanto más productivo. Los dibujos que «empapelan» las paredes de la sala 3 de espaivisor completan el muestrario de la fauna y flora existentes en el Ártico, junto con la presencia de audios que reproducen vientos migratorios registrados en diferentes desiertos del planeta y los sonidos de los insectos durante la polinización. Para Oswaldo Maciá, la naturaleza no funcionaría sin la migración; y la sociedad no puede avanzar sin la existencia de los dones recíprocos, del intercambio cultural. Esta instalación es su manera de corresponder al regaloque supone conocer personalmente Svalbard.