Publicación sobre los proyectos de Vanessa Pastor y Petra Cepková. Proyecto SETSE, Universitat Politècnica de València.
Ante un mismo paisaje, cada observador lo describirá de una forma distinta: habrá quien se centre en las especies naturales caracterÃsticas del lugar y de la época del año, como un modo de asentarse en el mundo; quien entienda el progreso en la posibilidad que ofrece haber accedido hasta el lugar de forma distinta a como se accedÃa cincuenta años antes, más rápida y confortablemente; puede ser que una mirada madura recuerde cómo era en un momento anterior a cualquier cambio ya decisivo en su entorno, con costumbres y hábitos también diferentes… En la percepción y análisis diversa de un mismo tema encontramos una definición que viene determinada por nuestros intereses, por la educación recibida o reconstruida, por la ideologÃa o la identidad que nos define. Ante un mismo enunciado, cada cual también lo interpreta dependiendo de sus conocimientos, del entorno del que provenga o en el que lo reciba y del modo como quiera ser aceptado o visto por los resultados obtenidos. El azar y la fortuna influyen en estas decisiones previas, asà como en la consecuencia, pero una parte importante deriva de la predisposición ante el asunto mismo.
El modo como afronta Petra Cepková el proyecto SETSE, consistente en fotografiar en un paÃs distinto al del fotógrafo seleccionado el modo en que una serie de personas conciben el ritual de la comida (sus prolegómenos y su contenido) en un ambiente familiar o amistoso, es tan radicalmente opuesto al de Vanessa Pastor como dos personas pueden serlo entre sÃ. Mientras la fotógrafa española condensa toda la experiencia en una única fotografÃa que debe resumir y contener, como en un concentrado, toda la vivencia del contacto y del momento, la eslovaca propone sus fotografÃas como un documental conformado por partes que son más importantes cuando conviven y potencian el todo que cuando actúan como imágenes aisladas. Los planteamientos son tan distintos como dispares son sus resultados. También los tópicos, esa suerte de tipologÃas que somos tan dados en emplear, saltan aquà por los aires. Una fotógrafa española, es decir, del sur de Europa, haciendo un trabajo de catalogación más propio de un paÃs centroeuropeo, y una fotógrafa de Eslovaquia que vive la intensidad del momento incluso por encima del corpus fotográfico que realiza. Algo asà puede ser que sea la tan buscada transversalidad europea: acabar con los tópicos para construir una identidad tan variada como común. De hecho, en la memoria del proyecto de Cepková, titulado en trilingüe Cuentos – Stories – PrÃbehy, reconoce que para ella, España «es un paÃs de emoción, flamenco, corridas de toros, buena comida y mejor vino», y del que admira a sus «hombres libertinos, a sus mujeres hermosas, pero especialmente un paÃs donde la gente reconoce el valor que posee el tiempo del que disponemos». Estos representan los grandes tópicos de España, de ahà que resulta interesante que el modo en que quedan trastocados por la actitud y los proyectos de ambas fotógrafas en relación a su lugar de origen pueda ser visto como una liberación, al mismo tiempo que representa o puede representar una búsqueda de tales tópicos como proyecto en sÃ, es decir, que éste se concibe con arreglo a la imagen previa que poseemos del lugar de destino.
En cualquier caso, mientras que The Kitchens’ Project de Vanessa Pastor puede interpretarse como una catalogación de hábitos, los Cuentos de Petra Cepková podrÃan verse como una documentación de gestos. Pero ¿por qué una documentación de gestos y en qué sentido? El modo como se concibe el proyecto parece priorizar la experiencia que supone convivir con los anfitriones, dentro de su ámbito doméstico, y ser partÃcipe de sus ritos de convite. En algunos casos, la relación con ellos permite acompañarlos en los preparativos, quedarse un dÃa en su compañÃa, verlos despertar en la cama… y seguirlos con la cámara encontrando sus gestos y los detalles en la elaboración de la comida que resulten importantes para la fotógrafa. Este método representa todo un mundo de entender la fotografÃa, de ahà que también necesite una forma apropiada de verse. Al observar todas las fotografÃas realizadas por cada uno de los cuentos, que van desde las 24 hasta las casi 50 dependiendo de cada caso preciso, la sensación que se obtiene es que estas narraciones visuales necesitan de todas las imágenes tomadas para ser valoradas en su magnitud. La selección de las fotografÃas resultante hace verlas más como el fotograma extraÃdo de la pelÃcula que como la obra fotográfica en sÃ, por poner un ejemplo entendible, aunque tal vez algo desmedido. Como espectadores, necesitamos fijarnos en los detalles de las partes para entender la extensión completa del todo.
La necesidad de contar el mundo en que vivimos, atendiendo a la fugacidad del tiempo del mismo modo que a las personas que conocemos y lo habitan, es un material óptimo para cualquier expresión artÃstica. La fotografÃa no es sólo que aporta de modo idóneo su idiosincrasia técnica para este propósito, sino que incluso podemos entenderla como una consecuencia de esa necesidad de registrar el entorno, los objetos y las personas. Un logro que sino existiera, habrÃa que haberlo inventado muchas veces. En la narración, la fotografÃa encuentra un hueco cómodo, a la vez descriptivo y prospectivo, pero resultarÃa determinante, además, no obviar lo que posee de relación directa con el conocimiento: una traducción del mundo a escala portátil y una conexión incuestionable con su historia, a la vez primigenia y contemporánea.