Vanessa Pastor. Catalogación de hábitos

Publicación sobre los proyectos de Vanessa Pastor y Petra Cepková. Proyecto SETSE, Universitat Politècnica de València.

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La fotografía se ha demostrado históricamente un medio idóneo para perpetuar la memoria. Es en sí misma, de hecho, un generador de memoria desde el momento en que una imagen es fijada, antes realizada por medios analógicos y ahora de forma mayoritaria, casi en exclusiva, por medios digitales. La renovación del concepto en lo que atañe a fotografía, hoy por hoy no puede atender sólo a aquellas imágenes que mostraban parte de lo que «había sido» o «estaba allí», como necesidad y pleno sentido de su función representativa; también debe hacerlo con las que son modificadas o construidas incluso desde cero, pues sus técnicas empleadas -en un momento en que se actualiza el software y se amplían sus posibilidades en períodos de tiempo cada vez más cortos- marcarán por completo su época de realización.

En esta función elemental, la mirada hacia las relaciones personales y el ámbito de la familia ha fundamentado su origen y desarrollo, estableciendo patrones de conducta y potenciando la democratización del medio, cada vez más demandado y, por esta misma razón, cada vez más presente en la vida de las personas. No en vano, la inclusión de cámaras fotográficas en teléfonos móviles y la facilidad de intercambiar las imágenes resultantes supone entender que las relaciones personales se establecen también desde lo visual, además de hacerlo a través del lenguaje hablado o escrito característico de las llamadas y los mensajes SMS. Como se ha indicado sobradamente, el empleo de estas nuevas prácticas ha consumado casi por completo la desaparición del álbum fotográfico, entendido como contenedor físico de un buen fragmento de memoria personal, sentimental, familiar y, por lo tanto, histórica y con un alto valor documental, que se generaba y permanecía en el hábitat primigenio. Podríamos aventurarnos a decir que el ámbito doméstico ya estaba presente en la considerada primera imagen, la Vista desde la ventana en Gras, de Nicéphore Niépce, sólo que entonces la cámara se dirigió hacia el exterior, mostrándose el paisaje y la arquitectura, y no hacia el interior, que intuimos con su decoración decimonónica y sus rastros de vida cotidiana. ¿Hubiera cambiado algo el rumbo de la fotografía primitiva si se hubiera fijado la sala de esa casa cuya vista desde la ventana reconocemos de inmediato?

El trabajo realizado por Vanessa Pastor para el proyecto europeo SETSE, titulado The Kitchens’ Project – Meeting Points Series hace suyas las bases de la convocatoria para encaminarlo hacia un modo de mirar y entender la fotografía empleado por ella en trabajos previos. Una serie de elementos reflejan con claridad los mismos propósitos: el protagonismo del núcleo familiar; los espacios domésticos; las relaciones de dependencia; la pose frente a la cámara y, así pues, la creación de escenografías; la importancia del espacio (bien sea interior o exterior) donde se realizan las imágenes, etc. En este caso y como parte del proyecto, la fotógrafa entabla una relación efímera y corta, consensuada, con los protagonistas, habitantes de diferentes poblaciones del norte de Eslovaquia, coincidiendo con la celebración de las fiestas navideñas, símbolo donde los haya del reencuentro familiar y el sentimiento de pertenencia. Se trastoca en cierto modo la relación de proximidad que en anteriores proyectos venía desarrollando la fotógrafa y el control sobre los modelos y las escenas, siempre con familiares y amigos cercanos, a quienes se pide desde la confianza que cumplan unas instrucciones precisas. Es por ello que el proyecto adquiere mayor complejidad del que aparentemente muestra, pues aporta un aire de catalogación fotográfica -vinculado en este caso más con el arte contemporáneo que con la fotografía documental- en un ambiente propicio para la documentación más azarosa y con un limitación temporal concreta.

El título de la serie hace referencia a dos conceptos independientes e interrelacionados. Por un lado, El proyecto de las cocinas (The Kitchens’ Project) toma este espacio de la casa como lugar a un tiempo doméstico y público, muchas veces unido al mismo salón-comedor donde se invita a los amigos y familiares a comer, cenar o festejar una celebración, o incluso donde se reciben las visitas. Es decir, es una parte protagonista en todo el proceso, que implica desde el contacto con la familia hasta la toma de la fotografía dentro del espacio. Por otro lado, el subtítulo hace referencia a la Serie de los Puntos de encuentro (Meeting Points Series), lo cual define a la cocina como lugar de relación común y deja abierta la posibilidad de generar otros puntos de encuentro que formen parte de una serie mayor. Ambos títulos genéricos conviven con el texto que acompaña cada una de las imágenes, integrado en el margen inferior. En éstos se indica quiénes son los protagonistas de las fotografías, especificando la persona que actúa de enlace, y cuál fue la comida con que los anfitriones recibieron a la fotógrafa y también invitada.

La inclusión del texto en el margen inferior de la fotografía la convierte, más si cabe, en una ficha individual dentro de la serie, a su vez elemento definitorio de catalogación. La práctica catalogadora dentro de la fotografía y el arte contemporáneo sirve su función a un concepto. La técnica empleada, sin ser una característica en absoluto trivial en el proceso, cumple una función que podríamos denominar de puente entre el fotógrafo y el espectador, donde el tema es el catalizador imprescindible para que la química entre ambas miradas se produzca. Como ejemplos paradigmáticos de esta práctica podrían citarse los Retratos agigantados de hombres y mujeres alemanes pertenecientes a la misma generación que el fotógrafo alemán Thomas Ruff; los Travellers, de Tom Hunter donde se presenta a los viajeros dentro de su ámbito vital; o los cines vacíos de Hiroshi Sugimoto, serie donde sin duda se encuentran más elementos de importancia temática y plástica que los puramente catalogadores. En otro sentido, y al margen de su desigual calidad técnica e interés temático, cabría citar a Candida Höfer, en especial la serie donde documenta fotográficamente las doce copias de Los Burgueses de Calais de Auguste Rodin, desperdigados por diferentes museos del mundo. Sin haber hecho una labor específica de catalogación de lugares concretos, sin embargo el excelente trabajo de la fotógrafa norteamericana Lynne Cohen debe ser considerado como uno de los mayores aportes a la historia de la fotografía contemporánea por lo que respecta al estudio del cuerpo humano analizado desde su ausencia física; por el valor documental de los espacios fotografiados, ya que consigue que puedan volver a verse con ojos de extrañeza, incredulidad y novedad constante; y por el sutil análisis a la historia de la fotografía, donde la catalogación es, como se ha indicado, una clave decisiva para entenderla en su linealidad cronológica y temática.

Claro que, cuando se habla de catalogación fotográfica orientada al arte, es imposible no tener en cuenta a Bernd e Hilla Becher y sus series sobre la arquitectura industrial en desaparición, a su vez descendientes de la Nueva Objetivad alemana del primer tercio del siglo XX, con August Sander como figura paradigmática en la generación de tipologías de Hombres del siglo XX a partir de siete secciones temáticas. El recorrido histórico a la inversa nos lleva, casi sin poderlo evitar, a Nadar, el gran retratista de personalidades en el París del cambio de los siglos XIX al XX y, desde el ámbito de la arquitectura dentro de esta misma capital en transformación y sin plena consciencia personal de su logro, a Eugène Atget.

The Kitchens’ Project – Meeting Points Series, de Vanessa Pastor representa un ejemplo más de cómo la fotografía posee la capacidad de ordenar un modo de ver y entender la cultura, en un amplio sentido del término, a través de varios ejemplos independientes que responden a un tema: la relación que se establece entre familia, comida y fotografía en un contexto geopolítico preciso. Asimismo, la serie concluye que las diferencias entre los espacios y las personas representados y el espectador que los observa y su ámbito, no son tan amplias como podría creerse en una primera lectura. La fotografía es, por lo tanto, un medio que unifica y estandariza lo que muestra al presentar unos hábitos de conducta que, sin ser exclusivos, convierte en representativos.