Texto realizado con motivo de la exposición Entre intimidad y exhortación, de Esther Ferrer, en espaivisor. Hasta el 18 de enero de 2019
Hay una combinación natural entre cuerpo y espacio que lo performático incluyó para siempre en la representación caracterÃstica del arte, que se bastaba hasta entonces con las dos y las tres dimensiones para representar lo externo o para construir relatos surgidos de lo real, incluyendo dentro de sà la más radical iconoclastia. Poner el cuerpo y recorrer un espacio, o simplemente ocuparlo, añade el tiempo a la representación artÃstica, que deja de ser sóloeso, realidad representada, para construir un momento real. Las acciones, por otro lado, rompen con la univocidad de la autorÃa y del yo, al tiempo que cuestionan el fetichismo artÃstico, pues su obra resultante, en el mejor de los casos, deviene registro de la acción; pero el tiempo de su observación es otro bien distinto, desaparece elpresente para convertirse en unpresente. Mientras lo determinado incluye un nosotros en el tiempo cuando ocurre, lo indeterminado lo convierte en resultado, en mercancÃa. En este sentido, tiempo y espacio convergen para construir otra cosa que no depende exclusivamente de uno o de otro, sino de la indivisible presencia de ambos, adquiriendo la personalidad propia de los números primos, que sólo pueden dividirse por la unidad y por ellos mismos.