(sic) 01/12, 3 de diciembre de 2009. (sic) societat i cultura, proyecto expositivo/editorial. MUVIM, Valencia, 3 de diciembre de 2009-18 de febrero de 2010. Publicación sobre el barrio de Velluters, Valencia. Doce entregas semanales de 8 páginas cada una realizadas en papel prensa impreso en rotativa. Espacio de lectura (sic) con mobiliario de Xavier Arenós. Diseño tipografÃa (sic)Font y publicación (sic): ESTABLIMENT.
Este primer número de (sic) societat i cultura inicia un recorrido de doce semanas queriendo poner en relación diferentes elementos en apariencia dispares. En primer lugar, responde a un planteamiento de hacer ciudad haciendo cultura, o viceversa, tal y como creemos que debe entenderse la función de los museos en las sociedades contemporáneas. Esto es, pisando el suelo de la sociedad a la que se deben y representan, entendiendo sus espacios fÃsicos como lugares de transacción de conocimiento y generando situaciones que los conecten con el público. La intención del Muvim al plantear un proyecto que incluyera dentro de sà el barrio donde se ubica, ha permitido desarrollar esta herramienta de uso social -periódica pero limitada, fraccionada pero con ánimo de ser un todo correlativo- en vez de buscar un resultado definido o la ilustración precisa de cualquier idea preconcebida. En cierto modo, responde a la necesidad de plasmar la personalidad orgánica de un espacio urbano que, por el hecho de serlo, está en proceso continuo.
Velluters, como uno de los cinco barrios que componen la Ciutat Vella de Valencia, es tratado como caso de estudio de un lugar de memoria. Y con él, sus huellas, estratos, transformación continua y resolución interminable, en la lÃnea de otros tantos barrios históricos cuya identidad está en proceso de replanteamiento constante. Esta porción de la ciudad antigua dialoga con la periferia como quien se relaciona con aquello nuevo que ha desbancado lo originario y cuestiona su funcionalidad. E intenta la comunicación asumiendo sus paradojas y los antagonismos comunicativos derivados. Velluters es la excusa de (sic), el motivo a partir del cual definir otras relaciones que se establecen en el espacio urbano: entre el museo y la ciudad, la polÃtica y la cultura, las necesidades de la ciudadanÃa y la gestión polÃtica de los recursos, la arquitectura y el urbanismo, el espacio público y sus usos, la convivencia y los conflictos, etc. Todo ello en una sociedad globalizada donde cualquier cambio o movimiento leve afecta de forma decidida al resto.
En otro sentido, la definición de (sic) responde al «adverbio latino que significa ‘asÃ’, que se emplea particularmente, colocándolo entre paréntesis, en las transcripciones de textos o documentos, para indicar que cierta palabra o expresión que puede parecer equivocada está asà en el original». De este modo, el periódico (sic) vendrÃa a indicar que Velluters es «asû o que al menos «está asà en el original», es decir, en el propio lugar de donde se extrae la información y que aquà se transcribe. Esto abre un debate inevitable y necesario sobre la interpretación de los hechos y el modo idóneo de su exposición. Asà como enfrenta información y opinión en un contexto con apariencia de periódico que, sin embargo, se define como una publicación de crÃtica cultural, pretendidamente subjetiva y deseosa de ser transformadora. Al mismo tiempo (sic) responde a las iniciales de «societat», «cultura», y al nexo «i», queriendo otorgar a ambos conceptos un marco de acción conjunta. En este sentido, se afirma que la cultura desligada de lo social genera actitudes fetichistas o elitismos desproporcionados y, en cualquier caso, produce endogamia y desconcierto. A su vez, la sociedad sin cultura responde a un patrón sobradamente conocido donde manda la economÃa y la falsa objetividad de la ciencia aplicada. En momentos como el actual, de clara hipertrofia económica, se sigue sin proponer la cultura como vehÃculo de relaciones intersectoriales, pieza angular del conocimiento y sector capaz de generar riqueza patrimonial y económica. Una apuesta decidida por la cultura en conjunto, tal vez aportara soluciones particulares o incluso el inicio de un camino a seguir donde la estética no se desligara tan fácilmente de la ética, y viceversa.
Sin embargo, aunque una intención de (sic) es mostrarse «asû, su principal función «no [es] descubrir la verdad, sino producir sentido», siguiendo la expresión deleuzeniana al pie de la letra. Es decir, no asumir la realidad como un ente que existe de manera aislada y al que no se tiene acceso, sino entenderla como aquello que puede ser generado, producido, construido, modificado y hecho visible, despojándola de capas y capas de transparencia lÃquida y pegajosa tan propia de los tiempos presentes. Esta puesta en práctica se entiende también como un proceso desarrollado a la inversa: producir sentido es construir realidades, y asà empezar de nuevo desde este otro punto de vista.
Por otro lado, (sic) ha de ser leÃdo como proyecto artÃstico, entendiendo el arte ya no exclusivamente como representación de la realidad, o como su abstracción escurridiza o formalista, sino como agente social implicado en la construcción de la realidad misma, diversa y poliédrica, cambiante pero a la vez obcecada. Asà pues, un tipo de arte que sólo existe en relación a la sociedad de donde surge, en el momento actual en que se expresa y con la pretensión de actuar de catalizador entre diferentes áreas de expresión y conocimiento. Una definición de arte que no se entienda a sà mismo como algo exento, aislado y autosuficiente, sino que construya su sentido en relación con lo circundante. Tal vez pudiéramos entender la funcionalidad del arte en esta dirección: cercano a la sociedad, cuestionando lo pre-establecido, en constante aprendizaje de otros campos, aplicando contenido derivado de las ciencias sociales para sus fines estéticos y teniendo en cuenta su idiosincrasia técnica e histórica. Lejos de idealismos o pretensiones desbordadas, propios de otros momentos históricos, es importante comprender que todo lo que esto puede realizar es un gesto simple, imperceptible. La finalidad a que se ha relegado la cultura y el arte contemporáneo (que no su función) es la de ser un cierto estandarte, al que tradicionalmente se le ha sustraÃdo el innegable acto polÃtico que implica portarlo. La posibilidad de realizar un proyecto, cualquiera que sea éste o la oportunidad de hacerlo, lleva implÃcita la obligación, el deber, de imbricarse en la sociedad que le acoge. El poder hacer es un deber de hacer, haciéndolo en unas condiciones precisas, inserto en un contexto y provocando, al hacerlo, una acción que surja multiplicada, derivada, plural y comunitaria.
El conjunto de colaboradores que participan en (sic) durante las próximas doce semanas proviene de campos de acción y reflexión variados, queriendo definir el conjunto por la suma de sus partes diversas. Arquitectos, profesores universitarios, periodistas, artistas visuales, comisarios y crÃticos de arte, representantes de asociaciones culturales, vecinales, coordinadoras ciudadanas, técnicos en urbanismo, sociólogos, historiadores, médicos, diseñadores gráficos, fotógrafos, escritores… vendrán a volcar sus opiniones y sus trabajos en este proyecto. A las secciones fijas cabe añadir el trabajo previo de generación de la tipografÃa (sic), especÃfica para esta publicación, el diseño del periódico y la producción de un espacio fÃsico para una parte del hall del Muvim que se comportará como una suerte de sismógrafo, sensible a los cambios y evoluciones del proyecto a lo largo del tiempo de exposición. Todo está preparado para mostrar una parte de esta ciudad, eterna futurible a Ciudad con mayúscula, con la intención de ser espejo, entendiéndolo como espacio para la reflexión. Tal vez esta visión reflejada pueda ser el principio de una (re)generación de realidad(es).