El valor de la cultura

Es de necios confundir valor y precio. (Antonio Machado)

Cuando miramos alrededor y observamos el ámbito cultural tan depauperado que tenemos, sólo se ve ausencia. Si fuera una película del oeste, las bolas del desierto rodarían por las calles, podríamos invitarles a entrar, para que reemplazaran el recuerdo de quienes decidieron marcharse. Nos hará compañía su mezcla de ramas secas, polvo y bolsas de plástico. Esta visión es exagerada, dirán los optimistas de pro y los neo-all; “Basta ya de lamentos”, se oirá desde el gallinero, desde la platea, desde el escenario incluso. Trabajemos y hagamos, al margen de, a pesar de las instituciones. Welcome to the Big Society, donde todo es para el pueblo, pero siempre y cuando acceda a trabajar sin cobrar por su trabajo. Voluntariado y voluntarismo social y cultural.

El precio de la cultura ha ofuscado su verdadero valor. Al poner ahora juntas las cifras del desastre, es decir, si decidiéramos desempolvar el coste de los innecesarios fastos culturales zaplanistas y ciscaristas compuestos de bienales, congresos mundiales, megalomanía, ciudades de todo tipo y condición, infraestructuras de las que ya sólo queda el “infra” desestructurado, vacío como siempre estuvo incluso en su ideación primera… Si pusiéramos esto ahora, encima de la mesa, y lo comparáramos con lo que pervive a día de hoy, entenderíamos que estemos como estamos; y nos serviría también como ejercicio rápido de mise-en-scène: ¿cómo puede quedar lo queda habiendo lo que hubo? ¿Dónde está el resto?

La cultura, y más exactamente la cultura contemporánea, siempre ha habitado un lugar liminar entre el patrimonio cultural y la proyección del pasado en el presente, un revisionismo ad infinitum de artistas neoclásicos, cuando no clásicos del todo. Por más que a muchas voces les haya faltado tiempo para denunciar una “burbuja artística” en el Estado español de las autonomías (también parece que prescindibles), habría que corregirles, pues la burbuja fue inmobiliaria, urbanística, de exceso de construcción, incluso cuando parecía que hablaba de arte visual o plástico, de artes escénicas, incluso de deporte… Lo único que existió fue la obsesión por crear espacios, por construir supra-estructuras, por entablar conexión con el mundo de las finanzas, de la construcción y de la banca. El valor de lo cultural no está, sin embargo, en el coste de sus estructuras, ni en el precio de sus entradas; éste reside en su voluntad de ser por más que le impongan su imposibilidad de seguir estando. Todo lo demás, como indicaba el poeta, es de necios.

El sueño frustrado de la modernidad

Publicado en el llibret de la Falla Arrancapins, Valencia, marzo 2012.

Imagen de Amparo Civil

Si la realidad de la cultura en el País Valencià es el panorama desolador que nos rodea, ¿cómo sería su pesadilla? La relación entre deseo y sueños es estrecha pero se rompe cuando la realidad se entromete. En muchos casos, la realidad no responde a lo necesario, a lo justo o a lo importante; responde a la urgencia, y ya nos decían las generaciones anteriores, nuestros abuelos y padres, que “las prisas son malas consejeras”.

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Tomar las riendas

La crisis institucional actual no tiene su fundamento únicamente en la mala gestión de los recursos, sino en la mala planificación de su estrategia. Esto es así si miramos la situación desde la perspectiva de lo común, por la cual quien gestiona tiene el poder y el deber de actuar en consonancia con lo que registran los textos constitucionales democráticos. Es decir, gobernar para todos con políticas para todos que intenten la mejora social de cada uno, con independencia de sus opiniones, siempre y cuando entiendan y practiquen lo que ha venido a llamarse “el juego democrático”. Si observamos la situación desde una perspectiva donde la gestión de los recursos va enfocada al beneficio y el desarrollo de aquellos que ostentan una opinión similar a la promulgada por los gestores del poder y se encargan de transmitirla y extenderla por la sociedad, de modo que cada vez más las opiniones diversas tiendan a desaparecer, entonces entenderemos que las instituciones no deben ni pueden gestionar aquello que es de todos. Y, entonces, hay que tomar las riendas.

En el contexto autonómico de la Comunitat Valenciana, donde las competencias territoriales transferidas parecen un ser o no ser de la personalidad de sus políticos y habitantes, el ámbito cultural contemporáneo sufre un absoluto exterminio. Los gestores culturales, por lo general incompetentes e ignorantes culturales, han ido ejerciendo una presión cada vez más fuerte sobre la cabeza de los autores, sean éstos artistas visuales, dramaturgos, músicos, actores o poetas. Si algún sentido les queda a las instituciones tal y como las construimos y aún perduran, es el de ejercer de faro que alumbra, de información que conduce y educa, de opinión que deja espacio para la discusión y la discordia. Lejos de esto, la actual gestión de la cultura ha pasado de la producción más o menos cuantiosa, a la existencia paupérrima; de la libertad de expresión, a la censura; de una visión contemporánea de la sociedad y la ciudad, a una amalgama de tópicos tradicionalistas que sólo pretenden mostrar lo contemporáneo como una excepción sin sentido, como la actitud estrafalaria de una minoría pedigüeña y tendente a la exageración.

La cultura contemporánea, sin embargo, es una cosa muy seria. Mucho más seria desde luego que el cargo que ostentan un puñado de políticos que reparten sus competencias y se intercambian los cargos con total despreocupación y sin conocimiento real de aquello que asumen. Muchos de los cuales ahora están aquí y mañana dirigen una empresa o fundan un think tank para mantener lo propio. Y es mucho más seria no porque quien lo produce moviliza las masas (que no lo hace) o dice cosas que descubran la verdad (que tampoco); sino porque habla de sucesos y está realizado por personas que viven su contemporaneidad, es decir, que son contemporáneos de los políticos y de esa gran mayoría de conciudadanos suyos que ni saben que existen, ni les gusta que existan. Trabajar desde la resistencia es una cosa muy seria; así como es serio y peligroso, aunque inevitable y necesario, tomar las riendas.

El arte visual contemporáneo es un ámbito complejo y contradictorio. Este arte ya no se conforma con determinados parabienes paternalistas; ni con palmadas en la espalda, que en muchas ocasiones han devenido puñaladas traperas. Este tipo de prácticas, difíciles de definir y deslindar porque habitan los márgenes y los intersticios y son aquí donde suelen dar sus frutos, son resistentes porque nacen de la necesidad, y son realistas porque lejos de representar la realidad, aspiran a construirla. Tomar las riendas es, en este contexto, auto-gestionarse, auto-promocionarse, intentar salir de la marginalidad. Determinados proyectos surgen cada poco tiempo con la intención de evitar los malos hábitos adquiridos por los museos, las galerías, las publicaciones mayoritarias. La red está ayudando a generar unas relaciones que no eran posibles hace unos años, y donde lo oficial no es bienvenido, siempre cuestionado y trivializado por las comunidades sociales en red. Esta es una situación novedosa que puede, o bien generar unas nuevas instituciones que aprovechen partes para cambiar su todo, o bien hacerlas desaparecer a través de su disolución. Se verá si somos capaces desde lo social y lo político de acometer tan importantes transformaciones. Desde lo cultural existen ejemplos que ya no esperan el amén de las instituciones para “ir en paz” por el camino marcado, sino que están construyendo nuevos caminos de autonomía para luchar por la libertad, allá donde éstos puedan dirigirse.

Valencia, vacía de contemporaneidad

La relación de la ciudad de Valencia con la cultura contemporánea ha ido metamorfoseándose durante los últimos treinta años, al ritmo marcado por los cambios sociopolíticos y económicos. La explosión de los años ochenta, cuando todo estaba por hacer y se asentaron las bases institucionales que aún, grosso modo, perduran aunque se hayan vaciado de contenido y se encuentren exentas de planificación, dio paso al aparente subidón de los años zaplanistas: políticas neo-liberales de la cultura para demostrar que a la derecha también le importaba estar a la moda, costase lo que costase. Seguramente habían escuchado la sintonía de que la cultura era un potencial económico, pero la letra no consiguieron aprendérsela. Esta actitud anfetamínica derivó en la calma chicha que impulsó con ahínco el Ex-Molt Honorable Paco Camps y que, ahora, con la fatídica crisis financiera, ha devenido en una suerte de destino macabro. Grandes eventos en lugar de cultura de base. Es decir, publicidad mundial a precio de oro en lugar de la generación de redes estables mucho más económicas y, tal vez por ello, menos golosas. Está por ver que los cruceros de lujo nos saquen de pobres.

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El deterioro ético del IVAM

Publicado en la sección de Opinión, Levante-EMV. Jueves, 13 de octubre de 2011.

El pasado día 27 de septiembre, diferentes asociaciones relacionadas con el arte contemporáneo y la cultura, pertenecientes a la C. Valenciana y algunas también al resto del Estado español, comparecieron públicamente en un hotel de la capital valenciana. El motivo se resumía en el título de la conferencia de prensa: En defensa del IVAM. La razón, de sobra conocida, es la gestión que la directora Consuelo Ciscar está realizando desde hace ya ¡siete años! y que, muy sintéticamente, se resume en dos mandamientos: el primero, desacreditar a este centro todo lo que pueda, otrora importante en el ámbito del arte contemporáneo internacional, haciendo muchas exposiciones de calidad discutible y ampliando la colección con criterios deleznables y, segundo, creérselo propio y, como tal, susceptible de ser traído y llevado como quien porta un objeto personal.

 

Éste es el deterioro institucional del IVAM, que porta implícito, como el reverso de una misma moneda que no puede borrarse, su deterioro ético. Todos sabemos que la ética es aquello que alcanza allí donde no llegan las leyes y, como tal, es difícil de definir sus contornos, sus límites y sus usos. Ese 27 de septiembre de 2011, en esa misma comparecencia destinada a los medios de información y realizada, insistimos, en un hotel privado previo pago del correspondiente alquiler, Juan Carlos Lledó, actual director económico administrativo del IVAM, se presentó para boicotear el acto. También le acompañaba la jefa de prensa, Marina Moragues. Se les dejó asistir pero no opinar, que es lo lógico en estas circunstancias, lo cual no fue óbice para que Lledó generara, él mismo, su propia comparecencia de prensa en el pasillo, una vez finalizada la convocatoria oficial. Sabrán de qué les hablamos, pues los medios escritos y electrónicos dieron buena cuenta de ello el día 28 de septiembre y siguientes.

La presencia allí de este cargo público (muy fiel a Ciscar desde la época en que ésta fue secretaria de Cultura) generó estupefacción y una retahíla de comentarios. Ciertamente no podemos dejar de preguntarnos, con la crisis en la que estamos inmersos, cómo dos trabajadores del IVAM se permiten el lujo de ausentarse del puesto de trabajo y acudir a una rueda de prensa organizada por asociaciones sin ánimo de lucro o de carácter privado, con la intención de negar lo evidente. Es de suponer que el Sr. Lledó hará algo más que esto para ganarse el sueldo que todos contribuimos para pagarle. Qué habrían dicho si las asociaciones hubieran sido quienes boicotearan una comparecencia oficial… ¿Acaso estos boicots tienen alguna relación con la gestión económica del Institut? ¿Este tipo de acciones van incluidas en el sueldo de este cargo público, como una suerte de horas extras pero en horario de máximo rendimiento laboral y de mayor repercusión mediática?

Parece bastante claro que Ciscar se encuentra acorralada entre la ineficacia más que patente de su modelo de gestión y las voces críticas unánimes fuera, pero también dentro del PPCV, quienes no saben realmente cómo quitársela de encima. Desde la humilde opinión de este artículo, desde la tribuna que este periódico ofrece y que agradecemos, les sugerimos la opción demostradamente más eficaz: háganle dimitir, así de sencillo. Todos los trabajadores culturales que aún quedan en esta Comunitat respirarán aliviados y el mundo de la cultura, en general, ganará credibilidad gracias a una práctica sana y democrática que, paradójicamente, muy pocas veces se pone en práctica.

Secretario general de la Associació Valenciana de Crítics d´Art-AVCA

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Sobre el libro: IVAM-Centre del Carme (1989-2002)

Suplemento cultural Quadern. El País-Comunitat Valenciana, jueves 26 de mayo de 2011.

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LIBRO: IVAM-Centre del Carme (1989-2002): la exposición como obra de arte.
AUTORA: Maite Ibáñez Giménez.
EDITA: Institució Alfons el Magnànim. Col·lecció Formes Plàstiques. Valencia, 2011

Determinados sucesos dejan en el contexto donde se producen una marca indeleble. Entendamos por sucesos también aquellos espacios o lugares que los posibilitan y generan, como una suerte de construcción simbólica del imaginario colectivo. El IVAM-Centre del Carme lo fue, sin duda, durante sus casi trece años de existencia por varias razones: en primer lugar porque, junto con el IVAM-Centre Julio González, se erigió en el contrapunto y referencia necesarios de un modelo de museo público y autonómico cuyo planteamiento inicial fue copiado por otras instituciones públicas del Estado español. Asimismo, fue un espacio de experimentación de artistas contemporáneos que realizaron intervenciones site specific y cuyas exposiciones mostradas sirvieron de anexo de conocimiento de una generación entera de estudiantes, tanto de bellas artes como de historiadores, que fuimos capaces de ver in situ lo que los libros y revistas internacionales de arte contemporáneo publicaban. Por otro lado, por la importancia de su arquitectura, un ejemplo paradigmático de estilo ecléctico reorganizado por Luis Ferreres, que el vacuo traslado y la reconstrucción del claustro del Embajador Vich en el Museo de Belles Arts se encargó de desbaratar. Finalmente, porque el currículo expositivo de este centro, al revisarlo y compararlo con la gestión actual de Consuelo Ciscar, hace más decadente si cabe el paupérrimo paisaje cultural valenciano actual.

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En defensa de la Sala Parpalló

Publicado el 17 de diciembre de 2010 en el suplemento Posdata, Levante-EMV, Valencia.

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El pasado día 8 de diciembre se hizo pública de manera confusa y parcial la noticia del traslado de la Sala Parpalló desde su ubicación actual, en el espacio independiente de la calle Alboraia, al edificio del MuVIM. Resultó confusa porque no se entiende que una noticia de esta envergadura aparezca durante el Puente de la Constitución, a no ser que tenga por única finalidad no informar; parcial porque sólo lo publicaba el diario Las Provincias y ABC yvlos demás medios tardaron en hacerse eco y siempre a través de agencias. Las declaraciones inmediatas del director Javier Varela, indicando entre otras cosas que veía muy complicada la coexistencia de dos directores en un mismo museo, parecían contradecir las expresadas por el President de la Diputació Alfonso Rus cuando aseguraba que Ana de Miguel se mantendría en su cargo como directora de la Sala Parpalló, si bien ejerciendo su labor dentro del espacio del MuVIM.

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