Texto a propósito de la obra de Guillem Juan.
La representación del espacio aspira a reproducir las sensaciones que se experimentan al vivirlo o al recorrerlo. Es un gran reto y una máxima que la pintura no ha dejado de perseguir, de manera más sofisticada desde que se desarrolló la perspectiva, pese a que el modo de reproducirlo ha ido incorporando herramientas propias de los cambios sociales y tecnológicos de cada momento. Es decir, ha ido mostrando nuestra evolución en la forma de sentir el espacio y las transformaciones de sus usos. La virtualidad y la abstracción, como caminos paralelos y sin claros visos de entrecruzamiento, representan modelos diferentes de afrontar lo espacial. La primera a través de una simulación cada vez más precisa y veraz; la segunda a partir de la plasmación de sensaciones complejas que afrontan el espacio como evasión liberadora y, en muchos casos, se topan contra la imposibilidad de su misión. En la encrucijada, la pintura que reflexiona sobre los modos de representar el espacio y sus sensaciones se plantea como finalidad la adopción y convivencia de dos lenguajes bien diferenciados: la “fidelidad†al referente que ofrece la planimetrÃa y sus diferentes perspectivas, y la pintura en sà misma, que camina sobre una superficie resbaladiza portando un gran peso histórico a sus espaldas.