Texto publicado en Revista Lars. Cultura y ciudad, nº 10 Ciudades portuarias. 2008
En varias ocasiones se ha recurrido al estrabismo figurado de Valencia, con un ojo mirando a Madrid y otro a Barcelona, para intentar definir la realidad de una sociedad compleja, contradictoria y profundamente indefinida, salvo en sus mantenidas [y algunas regeneradas] ansias tradicionalistas. El cambio de esta situación hacia la miopÃa que padece en la actualidad es una pretensión polÃtica reciente, un giro cervical que tiene como fin la mirada fija, obsesiva, hacia el mar; como si se hubiera encontrado por fin y de forma definitiva la salida del laberinto, o se pretendiera como la perfecta huida hacia adelante que toda situación en crisis necesita para seguir manteniéndose crÃticamente en forma. Suele pasar con los sentimientos conversos, que se afanan con la misma o incluso con mayor insistencia en el antagonismo que en su primera opción contraria.
No es casual que la figuración de situaciones con relación a la ciudad venga de la mano de la óptica. Parece claro que las diferencias ideológicas a propósito del modelo de ciudad actual, sobre su crecimiento y la gestión de su transformación ad infinitum, cada vez están más alejadas entre sÃ, tintadas del color de la lente con que se analizan e interpretan, incluso cuando las gestiones municipales y autonómicas acaban imitando modelos caducos. Como un exponente más de la lucha entre opuestos generalizada, la actual bipolaridad polÃtica sólo registra las opciones contrarias, los opuestos radicales. Indefectiblemente, cada cual se arrima a uno de los dos extremos con el temor ideológico de ocupar el amplio espacio central, conquistado por la equidistancia y mantenido vivo por una disidencia de carácter apático y también, por lo general, netamente acomodaticio.
La relación entre el pasado, el presente y el futuro viene, en el caso de la ciudad de Valencia, hilvanada por el agua; por la presencia, desaparición, turbulencia o escasez del medio. Y ya en tiempos recientes, también por su demanda en forma de trasvases de discutible realización y su instrumentalización partidista a favor y en contra. Desde su fundación romana en el siglo II a.d.C., las bases de la ciudad se asientan sobre una isla de suave elevación que destacaba sobre un rÃo navegable y un terreno pantanoso y fértil que fue poco a poco desecándose para ganarle espacio a la ciudad. En su desarrollo posterior, la ciudad crece hacia el sur arropada por el cauce natural del rÃo Turia y, ya prácticamente en el siglo XX y salvo contados ejemplos dispersos anteriores, su expansión se extiende también al norte del rÃo, creciendo en ambas orillas y hacia el Este, donde los Poblados marÃtimos habÃan sido autónomos hasta su anexión a la capital en 1897. La huerta, con un sistema de acequias heredadas de la cultura árabe y dependientes del rÃo, ejemplifica el frágil hilo de transmisión que la urbe ha tenido con el espacio circundante, convertido ahora más en una curiosidad –que quiere ser mostrada como elemento anacrónico y, por lo tanto, en vÃas de extinción– que en una realidad agrÃcola o patrimonial.
Posteriormente, con las decisivas riadas sobre la ciudad en 1897, la silenciada de 1949 y la definitiva de octubre 1957, la relación de la ciudad con el agua entronca con lo dramático y anuncia una transformación que llega hasta la actualidad . El desvÃo del cauce del Turia hacia el sur, la demanda ciudadana que consiguió convertir el antiguo y desecado lecho fluvial en el parque urbano que es en la actualidad, la creación del complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias como clara pretensión de abrir la ciudad hacia la costa, entre otras acciones, culmina con la celebración de la 32ª edición de la Copa del América en 2007 y el anuncio de próximos eventos alrededor del Puerto: la siguiente competición velera de 2009 y un circuito urbano de Fórmula 1 que se celebrará en agosto de 2008 y se mantendrá, al menos, hasta 2014.
Vistas asà las cosas, se podrÃa pensar que los planes de conversión y visibilidad de Valencia como ciudad-marca se están completando, paso a paso, de manera ejemplar. Ubicados dichos eventos sobre una lÃnea cronológica ficticia, la llegada fÃsica al mar coincide con un desarrollo de la ciudad no conocido hasta ahora, justo en el momento en que se han conseguido celebrar o firmar grandes eventos destinados a convertir el remozado puerto histórico en un continuo plató televisivo, tal como se viene realizando durante años con la Ciudad de las Artes y las Ciencias.