Texto incluido en el libro espaivisor, editado por espaivisor con motivo del premio otorgado por la Fundación Arte y Mecenazgo «la Caixa». La presentación tuvo lugar el 21 de septiembre de 2019.
En un cuaderno que conservo de mi etapa en la universidad, hay un par de frases manuscritas que reconozco de Mira. “Dios es muy pesado” y “Lo político es muy pesado”. Era el año académico 1992-1993, ambos cursábamos bellas artes y por entonces era una licenciatura de cinco años; él estaba en su último curso y yo en cuarto. Nos habíamos conocido seguramente en la clase teórica que impartía Marina Pastor, donde estudiantes ya inmersos en la especialidad (Escultura en este caso, donde coincidíamos) optaban por asignaturas alternativas al margen del nivel que cursaban. El departamento de la Facultat de Belles Arts de València, dirigido entonces por Maribel Doménech, fue pionero en un modelo anticipatorio, y entonces aún primitivo, de las carreras DIY-Do It Yourself. El alumnado podía elegir profesores/as que nos resultaban interesantes por las clases que impartían, independientemente de que en el currículo del título aparecieran después las asignaturas clásicas, derivadas del modelo educativo antiguo aún vigente. Esa transición desde un tipo de enseñanza artística que primaba la técnica más o menos clásica por otra que tenía en cuenta el contexto y su tiempo, fue un momento –así lo veo ahora– de un cierto esplendor. Docentes como David Pérez, Juan Vicente Aliaga, José Miguel G. Cortés, Carmen Navarrete o Emilio Martínez, entre otros, confluyeron en ese momento en el mismo departamento. A diferencia de la mentalidad mayoritaria de los estudiantes actuales, que priman la híper-profesionalización y una exagerada querencia por los títulos, entonces aún deseábamos dedicarnos al arte, sin saber en absoluto qué quería decir eso ni cómo podríamos adaptarnos al oficio sin renunciar a tener una perspectiva de autonomía económica.