Teresa Cebrián. Siete veces siete

Texto realizado con motivo de la exposición de Teresa Cebrián …Cuando las palabras desaparecen, en Galería Rosa Santos, Valencia. Del 4 de octubre al 10 de noviembre de 2012.

Al pronunciar palabras, al hacerlas audibles, salidas del pensamiento que las construye para ser dichas, las palabras ya no son nuestras. Son dichas por nosotros, defendidas por nosotros, pero están ya ausentes de autoría. La autoría es el primer gran error del ser humano; sin la autoría, sin embargo, no terminamos de ser, de construirnos como tal humanos. Esa es nuestra paradoja. Cuando la artista construye esculturas con palabras no dichas, pero sí esculpidas, tratadas como ideas que deban corporeizarse para ser leídas y, tal vez, pronunciadas en voz alta, entendemos que la realidad se construye.

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El tiempo contado. A propósito de «Diamantes en bruto»

Publicación de la exposición Diamantes en bruto, de Mabi Revuelta. Centro Cultural Montehermoso Kulturunea, Vitoria-Gasteiz. 2007-2008.

En la base de la práctica artística, entendida como el proceso elaborado y cronológico de realizar acciones, obras físicas o virtuales con carácter y actitud artísticos, pervive la determinación del artista por dejar rastro dentro de su contemporaneidad. Ha sido así desde las acciones más inconscientes, realizadas como prolongación de una existencia precaria o inexplicable, hasta la sobrada consciencia actual, imbuidos como estamos en una era de renovación sistemática en los modos de registro y archivo y dependientes de la determinación decisiva de la industria cultural. La técnica empleada en cada caso actúa como medidor apto para delimitar y precisar su momento de acción, mientras que el uso de unas herramientas u otras [sus instrumentos] potenciará, aún más si cabe, la pertenencia a ese momento histórico concreto.

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Deseo y estío

Joan Verdú. Sala d’exposicions de l’Ajuntament de València. Posdata, Levante-EMV, 14 de marzo de 2008

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La relación entre imagen y texto puede verse, de forma figurada, como un campo de batalla entre lo visual y lo teórico, donde en ocasiones es punto intermedio de encuentro y otras veces obedece a un enfrentamiento directo por la primacía de la visibilidad o su importancia en cuanto que vehículos de información y conocimiento. Dentro de los límites cuadrangulares de un lienzo, este singular enfrentamiento suele presentarse como un cambio de roles, por el cual el texto deviene imagen y la imagen perpetúa una hegemonía heredada, más que adquirida por méritos propios.

La exposición Five Seasons (un any de desig) de Joan Verdú (Alzira, 1959) en la recuperada Sala d’exposicions de l’Ajuntament es un compendio de las obsesiones y anhelos del artista. El título hace referencia a las cinco estaciones conocidas durante el Barroco, donde el estío se sumaba a las cuatro que han perdurado hasta nuestros días y que, en este contexto, bien puede añadir la acepción de hastío ante el paso lento de los días y la repetición de algunas de sus acciones. El subtítulo “un any de desig” parece indicar un estado de ansiedad creativa que aúna los objetos de deseo y su no completo disfrute o satisfacción. Los cuadros actuarían aquí como una palpitación, pero también como un exorcismo que, dada la propiedad fluida e inaprensible del deseo, es necesario sacar, pero también fijar siquiera con un trazo rápido y una sensación traducida en colores. Mensajes directos, frases cortas, palabras sueltas revolotean alrededor de los motivos principales de sus cuadros: una deliberada obsesión por el cuerpo femenino, los pechos, las caderas, el culo, mientras que complementos de ropa como sujetadores o vestidos son convertidos en fetiche por la mirada masculinamente construida por el artista y, podríamos añadir también, por la sociedad.

La libertina actitud de Verdú es, por otro lado, naïf en los motivos y despreocupada en las formas. No parece haber intención alguna de demostrar la capacidad del pintor por pintar, indicando tal vez, que lo cuenta en sus obras es la idea, es decir, la obsesión. El texto que acompaña los trazos dibujado-pintados de sus cuadros se exhibe en varios idiomas; francés, inglés, valenciano, castellano, que proporcionan en cada caso una connotación diferente y enlaza con una característica propia del arte pop, el empleo de logotipos y marcas altamente reconocibles para tergiversar, ampliar o descontextualizar su significado. Así, Pirelli deviene “Per ella” o Maggi, “Magic”; mientras que JB es empleada como figura y fondo, contexto anexo y mundo propio característico, marcado por los colores de la etiqueta y a Triumph (la marca de ropa íntima) se le añaden diferentes subtítulos a propósito de experiencias personales e imaginarios colectivos.

La actitud políticamente incorrecta de Verdú es en realidad la historia de una fascinación en un momento en que no hay hueco para las celebraciones; menos aún cuando éstas se internan por curvas sinuosas y por entre los fetiches tipificados como tal por la mirada masculina. Lo dicho: “un año de deseo”, y podríamos añadir de exaltación de sus objetos de referencia y obsesión, representados por la pintura, es decir, ideados por el artista.

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Perder, o la eternidad

Publicado en Revista mono #8 Perdedores, mayo de 2007

Existe una cierta plusvalía temporal en el hecho artístico cuando la obra se realiza con la intención de que perdure más allá de la vida de su creador. Este hecho, tradicionalmente ineludible o no cuestionado en origen, adquiere otro cariz bien distinto cuando la obra no se realiza para ese fin, deseándose por el contrario efímera o no perdurable. Numerosos ejemplos del arte desarrollado en especial a partir de los años sesenta del s.XX nos ofrecen una nueva pauta de relación entre artista, obra y audiencia que intenta, como poco, subvertir el concepto de eternidad del medio artístico. Determinados performances, obras de acción, intervenciones en el espacio público… fueron subsumidas por el paso del tiempo salvo en los ejemplos, numerosos por otro lado, en que han quedado registrados de alguna forma física, en especial por fotografías documentales y películas de 8mm, 16mm o vídeo. Hablaríamos entonces de una nueva plusvalía artística post-obra cuando las fotografías y/o las películas realizadas se ofrecen al ávido mercado artístico en forma de ampliaciones desproporcionadas al hecho mismo que retratan o en testimonios audiovisuales que se equiparan con otras producciones realizadas con una finalidad cinematográfica. Convirtiendo en papel mojado la originaria y tal vez firme pretensión de no acabar engrosando los denostados volúmenes de la historia del arte.

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