Texto realizado con motivo de la publicación  Auctoritas, de Joxerra Melguizo, publicado por el Gobierno Vasco y GalerÃa Trayecto (Vitoria-Gasteiz)
I
Anteponer la autoridad de la autorÃa a la obra misma ha sido un principio del arte y se ha desarrollado como un músculo hipertrofiado. Las obras se tasan por centÃmetros o metros cuadrados, por el peso de sus volúmenes, por el tamaño del soporte o por la producción del vÃdeo o film que presentan. Incluso en los casos en que acciones o performances se realizaron para ser pasto del tiempo, creyendo ahuyentar de esta forma la fisicidad susceptible de ser tasada, los registros que las evidenciaron han devenido copias, por lo tanto obras seriadas que han entrado en el mercado del arte por la puerta trasera, rápidamente igualada a la entrada principal en prestigio y valor monetario. Nada en arte está exento de ser tasado. Nada, por lo tanto, puede evitar la tasación y, por pura lógica, todo se ha vendido o está a la venta. Sin embargo, es un hecho consustancial a estos modos de tasación y a su valor, el estar ejecutada por según qué artista. Una vez aceptado de forma general el reconocimiento del artista o el respeto hacia su producción, el peritaje o expertización de sus obras corresponde hacerlo al margen de su calidad individualizada, atendiendo principalmente al tamaño, el volumen y/o los costes de producción definitivos. El debate sobre la capacidad de producción de cada artista en relación con la calidad de su obra resultante es un dilema reciente, y ha estado marcado por el propio mercado o sus derivaciones.
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