La relación de la ciudad de Valencia con la cultura contemporánea ha ido metamorfoseándose durante los últimos treinta años, al ritmo marcado por los cambios sociopolÃticos y económicos. La explosión de los años ochenta, cuando todo estaba por hacer y se asentaron las bases institucionales que aún, grosso modo, perduran aunque se hayan vaciado de contenido y se encuentren exentas de planificación, dio paso al aparente subidón de los años zaplanistas: polÃticas neo-liberales de la cultura para demostrar que a la derecha también le importaba estar a la moda, costase lo que costase. Seguramente habÃan escuchado la sintonÃa de que la cultura era un potencial económico, pero la letra no consiguieron aprendérsela. Esta actitud anfetamÃnica derivó en la calma chicha que impulsó con ahÃnco el Ex-Molt Honorable Paco Camps y que, ahora, con la fatÃdica crisis financiera, ha devenido en una suerte de destino macabro. Grandes eventos en lugar de cultura de base. Es decir, publicidad mundial a precio de oro en lugar de la generación de redes estables mucho más económicas y, tal vez por ello, menos golosas. Está por ver que los cruceros de lujo nos saquen de pobres.