Un nuevo espaivisor. Sanja Ivekovic / Inmaculada Salinas / Helena Almeida

Texto con motivo de la inauguración del nuevo espaivisor y las exposiciones de Sanja Ivekovic, Inmaculada Salinas y Helena Almeida. Inauguración el 29 de junio de 2013. Programa de actos.

 

La inauguración del nuevo espaivisor parece acumular la historia de sus más de treinta años de galería especializada en arte visual –fotografía y vídeo en casi todas sus vertientes– e incluir al mismo tiempo la idiosincrasia propia de sus tres sedes anteriores. La primigenia en la calle Corretgeria 28 (1982-2005); la transitoria en calle Palomar (2005-2007); la tercera, que supuso la vuelta a la calle original pero en el número 40 (2007-2013) y ahora en la calle Carrasquer  2, perpendicular a la calle Quart . Un “viaje” espacio-temporal por sedes ubicadas a poco más de trescientos metros a la redonda, entre los barrios de El Mercat y Velluters de la ciudad valenciana. Sin duda, el espaivisor que ahora se inaugura está proyectado ad hoc para una etapa que evidencia su consolidación definitiva como galería internacional, que ha optado por la visibilidad exterior de la mayoría de los artistas representados y por la participación en gran parte de las mejores ferias de arte de Europa y América. Una reapertura que se erige en la mejor noticia artística del año en la ciudad, y que destaca de entre un paisaje devastado por la gestión cultural autonómica más nefasta de la democracia española.

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Cinematógrafos Caro y el ocio moderno

Revista Lars, cultura y ciudad, nº17. Aportaciones modernas: Brasil, Argentina y Uruguay. Enero de 2010.

Aspecto actual de la entrada de uno de los Cinematógrafos Caro, hoy Colegio público Santa Teresa

Máquinas y puzzles
En 1910 el cine lleva quince años existiendo. De la atracción que supone en los primeros momentos posteriores a 1895 su propio mecanismo, la fascinación generada por una máquina que es capaz de reproducir un símil del movimiento real, se ha pasado rápidamente a valorar y querer contemplar los mensajes y las historias, entenderlos y dejarse seducir, emocionar y reeducarse por ellos. Una consistente traslación de la forma al contenido, o del medio al mensaje, que se extendió a otros ámbitos y ha pervivido, tal vez con una fuerza inigualable, en el arte de vanguardias y en los estilos artísticos posteriores.
De forma muy similar a como aconteció con la fotografía, el cine fue la culminación de un puzzle de encuentros desperdigados, trabajados desde diferentes puntos y del que, con no poca perspicacia mercantil y respaldo familiar, se apoderaron Louise y August Lumière, patentando una marca y, es cierto que también, un modo de visionado que ha perdurado hasta nosotros y que marcó de principio a fin el siglo XX. Como la historia a veces reescribe sus deslices, una placa que figura en el edificio donde se ubicaba el mítico Grand Café -situado en el número 14 del Boulevard des Capucines- hace justicia honrando a los otros responsables del puzzle francés: «A Reynaud, Marey, Demeny, / Lumière et Mèlies / Pionniers du Cinèma / Hommage des professionnels / a l’occasion / du cinquantenaire. 28·12·1945». Esta suerte de ajuste de cuentas convive con la inscripción clásica e igualmente merecida: «Ici le 28 decémbre 1895 / eurent lieu / les primières projections publiques / de photographie animé / a l’aide du cinématographe / appareil inventé par les frères Lumière». En la actualidad, en el bajo comercial de este edificio se halla una tienda de la multinacional de ropa juvenil Gap y a unos metros de allí otro café, de nombre Le Gran Café des Capucines, juega al despiste con el nombre y renombre del original. La entrada actual a lo que fue el Salon Indien, la sala donde se proyectaron los diez cortos en esa mítica fecha, es el restaurante de un hotel que posee una cafetería llamada Lumière. Se cierra de esta forma el círculo de las referencias y las citas a un acontecimiento histórico que, sin ser la primera proyección cinemática, sí devino definitiva para entender el cine moderno y su correlación contemporánea.

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Rabia legítima. Ciudadanos frente a propaganda institucional

Texto publicado en Revista Lars, cultura y ciudad. nº 9 Arquitectura y memoria. Octubre de 2007

En el escenario poliédrico y cambiante en que se han convertido las ciudades y metrópolis contemporáneas, cada vez resulta más complejo generalizar o unificar la imagen exterior que una determinada urbe puede o debe ofrecer. Instalados todos en una sociedad híper-competitiva, cada ciudad lucha por rastrear en su patrimonio artístico y medioambiental, en su capacidad de generar riqueza u organizar eventos destacables, en la calidad de vida o las obras faraónicas… para dar con una imagen que compile y potencie sus cualidades más sobresalientes, aspirando conseguir un icono que la transforme en marca. Las imágenes de ayer y hoy son proyectadas hacia un futuro inmediato que deviene “presente perpetuo”, donde estos iconos y marcas son intercambiables y mutables y absolutamente todo es susceptible de venderse y comprarse. La complejidad lógica estriba en mantener el equilibrio entre la defensa cultural y medioambiental del patrimonio con las necesidades y demanda de vivienda; ofertar diferentes niveles de cultura y saber discernirla del turismo o del entretenimiento; adquirir y mantener un nivel de vida mayoritario acorde con los tiempos, sin quedarnos por ello sin aire que respirar o sin agua para beber… entre otros antagonismos que deben, sin embargo, convivir. La complejidad inherente a estos procesos de transformación continua no es asunto que pueda resolverse únicamente con la presencia de políticos o gestores públicos, pero es lógico que volvamos hacia ellos la mirada y lancemos sobre ellos nuestras preguntas sobre éstos u otros temas de difícil solución cuando la propaganda institucional de un lugar se equipara a la publicidad consumista digna de productos desechables. O cuando se contabilizan los logros de determinados proyectos colectivos en el haber de esos mismos gestores, no tan dados a la asunción de responsabilidad cuando los éxitos mudan a fracasos. Y aún más, cuando desde el poder se desoyen las sugerencias de los vecinos y colectivos afectados por esas decisiones, o son entendidas como meras objeciones partidistas a su política.

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